miércoles, 28 de noviembre de 2012


"Ya lo sabemos todos tenemos un poco de miedo".

Todos tenemos miedos, muchos, algunos más ocultos que otros, pero siempre están. Podemos tener miedos fóbicos, miedos tontos, miedos serios, miedos terrorificos, miedos manejables, pero siempre hay miedo.   
Me pasa que ultimamente me encuentro en conversaciones en que sale este tipo de temas, y lo que tienen en común todos, o por lo menos con las personas que interactuo, es el miedo a estar solo... miedo que a veces se convierte en miedo a que nos dejen. Estas dos formas de miedo, que en realidad son las mismas, parecen perseguirnos de por vida, nos acorralan, nos empujan a hacer cosas impensables y nos paralizan en los momentos que menos lo necesitamos. Es ilógico, miedo a estar solo en un mundo de millones y millones de personas, pero bueno, como dice el dicho, uno puede estar rodeado de gente y sentirse en soledad porque la persona que necesitamos que este con nosotros no lo está. El miedo a estar solo, no, a sentirse solo, nos puede llevar a ser completamente desdichados, a aceptar cosas que no queremos, a perdonar cosas que nos juramos no perdonar nunca. Enfrentar ese miedo es un acto de valentía, es demostrarse a uno mismo que la vida sigue, que podemos ser felices, es entender que algun día ese miedo nos va a abandonar, no se sabe como, pero tarde o temprano nos va a dejar de atormentar. La vida da muchísimas vueltas, nunca es el momento indicado para dejar a alguien, asi como tampoco nunca es el momento indicado para empezar a querer a alguien. Pero hay que seguir, hay que terminar con los circulos viciosos y animarnos a empezar otros nuevos. Aunque estemos paralizados, aunque el miedo nos recorra hasta el último centímetro de piel, aunque lloremos, pataleemos y nos revelemos contra nosotros mismos. No hay mayor satisfacción que ser más fuerte que el más fuerte de nuestros miedos.

No hay comentarios: